martes, 29 de diciembre de 2020

Catorcenal 171: Ponencia Pandémica

 

De cómo deconstruir las masculinidades ayuda a prevenir ITS primero y al acercamiento a los “chicos trans” después… [1]

Por Guillermo Rivera Escamilla[2]

 

Para Susana  Becerra Giovannini,

Fátima Fernández Christlieb

y Juan Guillermo Figueroa:

Por darme perspectiva para recorrer el camino…

 

UNO


La presente ponencia intenta ser un “grito de reconciliación”. Una especie de “integración de lo aprendido” que explique cómo es que un “tlatoani de barrio” (como suelo autodenominarme) terminó investigando sobre masculinidades, estudios de género de los hombres y “masculinidad aprendida” (según lo que concluí en la tesis de maestría, después publicada como libro por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos durante 2018). También de lo que investigué sobre la sexualidad masculina (arriesgada y riesgosa) con relación al Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) y, últimamente, al menos de tres años para acá... sobre los “chicos trans”, sobre la masculinidad que estos hombres recrean y representan o mejor dicho, sobre cómo el cine representa estas masculinidades, las de los hombres trans. 

Tenía 10 años menos de edad cuando ingresé a la Maestría en Estudios Políticos y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Lo hice, según yo, “porque la licenciatura no sería mi último grado de estudios”, porque la formación que recibí durante los nueve semestres de Ciencias de la Comunicación con especialidad en Comunicación Política y después con un Diplomado en Divulgación (DGDC/UNAM/2009) no me satisfacía, y no me satisface al día de hoy. Yo,  al igual que la inigualable Sor Juana: No estudio para saber más, sino para ignorar menos.

Lo anterior, va aunado a una cierta renuencia para que las Ciencias Sociales abarquen objetos de estudio como los que en esta mesa se presentan, y esto lo digo como estudiante, pero también como profesor e investigador y profesionalmente como divulgador:  Ya que uno de los objetivos de este Congreso es fomentar la divulgación del conocimiento científico, no basta con enseñar Ciencia Social. Es necesario ponerla en práctica, imprimirle dinamismo, hacerla vivir y al hacerla vivir, hacerla convivir; devolverle su condición humana. Yo no sé todavía qué piensen ustedes, pero percibo un anquilosamiento entre todo eso que se nos enseña en las facultades y las escuelas de ciencias sociales y la manera como la sociedad opera en realidad.

No me refiero únicamente a una cuestión neoliberal o de “capitalismo gore” (como diría Sayak Valencia), me refiero al por qué y para qué hacemos ciencia social o simulamos hacerlo…  en fin.

 

DOS

 

Para hablar de la base teórica, metodológica y empírica en el trabajo que he venido desarrollando tengo que hablar de mi paso por el Congreso de la Academia Mexicana de Estudios de Género de los Hombres en Ciudad Juárez Chihuahua (2012).  Cuando apenas esbozaba los factores que después denominaría “intrincados” con respecto a un ejercicio de la sexualidad masculina caracterizada por el riesgo y el poco o nulo autocuidado.

Hablar de mi visita al puerto de Acapulco Guerrero en el 2013 para participar del III Encuentro lnternacional de Estudios de Género en el Siglo 21: Experiencias de transversalidad. Hasta ahí llegué para compartir los primeros hallazgos de mi investigación, después difundidos en una publicación de la Universidad de Guadalajara titulada “Complejidad y desafíos de la transformación social: de la ciencia a la agencia”, que recogía las Actas Científicas resultado del VII Encuentro Nacional y IV Internacional sobre Estudios Sociales y Región (ENESOR) ocurrido en Ocotlán Jalisco durante septiembre de 2014. En dicha publicación ya apelaba a “deconstruir la masculinidad para prevenir el VIH en jóvenes de la Ciudad de México”. Ya sé, a veces nos gana el centralismo o la densidad de población, o los matices y las aparentes contradicciones que existen entre “la ciudad capital” y “el interior del país”, más o menos rural, más o menos urbano…  finalmente México.

Tengo que hablar entonces del premio de primer lugar obtenido con el trabajo “De machos, muxes y mayates: Un acercamiento al fenómeno del VIH desde los hombres de México. Reflexiones a propósito de la diversidad social y no sólo sexual”; obtenido en el XII Simposio de Masculinidad y VIH de Santiago de Cuba en 2015.

Hablar también de otro congreso de la AMEGH, esta vez el de 2017 en la Universidad Autónoma de Querétaro, cuyo objetivo era volcarnos en la discusión de cómo articular una cultura de paz. En mi caso, el trabajo “Afectos, autocuidado y autoengaño… ¿Por qué los hombres nos negamos a querer-nos?” significó un puente entre los objetos de estudio que he venido investigando y cuyo planteamiento sustancial recuperó Radio Educación para su serie “Entre hombres México”, que se puede encontrar en internet con ese nombre. Particularmente, en lo relativo al concepto de “homosocialización violenta”, que no es otra cosa que la manera como los hombres nos relacionamos (enseñando o replicando cómo ser hombres) al estar en mayoría…  con violencia, más o menos sutil (física, simbólica, psicológica)…  violencia al fin y al cabo.

Habría que hablar aquí de cómo fue que una tesis de maestría como la mía se convirtió en un libro publicado por la CNDH de 2018, con todo y la interpelación que implicó dicha publicación para las “categorías” que la Comisión maneja. En especial para esa tan trillada “Hombres que tienen Sexo con Hombres” (HSH), que he venido cuestionando desde la cronología que detallé y que ya casi concluyo. El libro, que lleva por título “Un acercamiento a la masculinidad aprendida en México: de machos, muxes y mayates”, cuenta con un prólogo de Juan Guillermo Figueroa, pionero y especialista en estudios de género de los hombres. Además de que el libro en archivo PDF se puede descargar en la página de la CNDH de forma gratuita, tuve oportunidad de presentarlo en diferentes estados como Oaxaca, Chihuahua, Jalisco, Hidalgo, la Ciudad de México y en Costa Rica.

Esto último, en el marco del VII Congreso Internacional de Estudios sobre Hombres y Masculinidades, durante el verano de 2019. Valga entonces todo este “recorrido cronológico” para puntualizar lo siguiente:

Primero, que palabras más, palabras menos; el argumento central en todo este proceso de investigación ha sido siempre el mismo: Es preciso que la sociedad en su conjunto, pero sobre todo los hombres, renunciemos a nuestro machismo y que en este “renunciar” vayamos deconstruyendo (todo el tiempo, de una vez y para siempre) la manera como aprendimos a ser hombres. En este orden de ideas, resulta apremiante y urgente que revisemos y trastoquemos la manera como estamos enseñando a “otros hombres” a “ser hombres”.

Aquí siempre insisto en el carácter relacional de la perspectiva de género entendida como una herramienta que permita la revisión/reflexión-modificación y el cuestionamiento de las categorías unitarias y homogéneas alrededor de los distintos géneros, que da lugar a la construcción de identidades (ahí sí) diversas, complejas, temporales y situadas.

A reserva de que lo desarrolle más adelante, tengo que decir que es esta manera de entender a la “perspectiva de género” como una herramienta relacional (mujeres y hombres simultáneamente) lo que de alguna manera me condujo al tema de “las masculinidades y los chicos trans “.

Volviendo al tema de cómo es que el deconstuir las masculinidades puede coadyuvar en la prevención de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS), particularmente el VIH, tengo que insistir en que independientemente de la identidad de género y/o la orientación sexual que asumamos:  somos hombres, y en ese sentido, ninguno está exento de replicar un modelo de socialización masculina caracterizado por una sexualidad arriesgada, altamente genitalizada, que sabe poco o nada de prácticas sexuales protegidas, consensuadas y, lo más importante: preventivas.

Pensemos ahora en cómo han sido nuestras relaciones sexuales (si es que las hemos tenido) durante el confinamiento. Pensemos también en cuándo fue la última vez que asistimos a un chequeo médico, y aquí hay que subrayar que buena parte de los diagnósticos que ocurren en materia de “salud masculina”, pero sobretodo tratándose de ITS, suceden cuando dichas infecciones se encuentran muy avanzadas.

A propósito de este punto, siempre me gusta llamar la atención sobre la insistencia de cierto sector masculino que ve en la revisión prostática una posibilidad de que su hombría se “fracture” o su masculinidad se “atrofie”… o de plano lo ve como un asunto de anécdotas y bromas, acompañadas de risas nerviosas, que lo único que denotan (además de la poca disposición de los hombres para hablar de nuestra propia salud) es la ignorancia y el desconocimiento que persiste respecto a otros métodos, como el antígeno prostático, y lo fatal que resulta replicar y asumir que los hombres (independientemente de nuestra orientación sexual) no nos quejamos, no nos doblamos y por lo tanto…  no nos atendemos. Parafraseando a Michael Kaufmann, otro pionero de los estudios de género de los hombres, los hombres como víctimas y victimarios de nuestro propio machismo.

 

TRES

 

Ahora, con respecto a la masculinidad de “los chicos trans” tengo que decir que mi actual objeto de estudio surgió de interrogar a mis amigos “no heterosexuales” sobre si ellos eran felices siendo hombres; cuestionamiento debido a una entrevista a Génesis Rafael que leí en 2013 y en la cual este hombre trans afirmaba: “Ahora que soy un hombre como siempre me sentí… soy feliz”.

Esto me llevó a elaborar un protocolo de investigación que pretendía ser la tesis para graduarme de la licenciatura en Estudios Latinoamericanos, pero por la complejidad y lo poco abordado del tema derivó en un proyecto de tesis doctoral que se vio interrumpido antes de la pandemia pero que retomaré en breve.

Por el momento, vale la pena mencionar este asunto, porque se sigue abordando “lo trans” desde una visión patologizante que conceptualmente está permeada de narrativas y visiones que hablan de “cuerpos equivocados” o “discordancia género – cuerpo”, pero que cuestionan poco nuestras nociones esencialistas y biologicistas respecto a qué es ser hombre.

Así, veo que los hombres trans, los chicos trans, replican y reproducen ideas acerca de la masculinidad que van desde los músculos, el vello corporal, la barba abundante y los tatuajes; hasta las actitudes machistas, abiertamente misóginas y homofóbicas. Aclaro, no todos los “chicos trans” son así, pero sí me parece importante resaltar esta “aparente contradicción”, que percibo aún en aquellos hombres que transicionaron para serlo.

¿Por qué me parece importante hacer una tesis de doctorado con este objeto de estudio? Para demostrar que, con respecto a “lo trans”, aún se tiene que ir más allá de cuestiones y narraciones personales (entiéndase identidades) y abundar (en la medida de nuestras posibilidades) en las representaciones (cinematográficas) apelando una vez más a la “corresponsabilidad social”: Todas y todos participamos de la construcción de “lo trans”. Desde lo que entendemos como “propio” de hombres o mujeres, hasta lo que damos por válido una vez que la persona ya transicionó. No lo digo únicamente por los patrones de belleza, también y sobretodo, lo digo por la necesidad de entender al cuerpo sí como frontera, pero además como territorio en disputa… un asunto de dimensiones políticas y no únicamente performativas o estéticas.

A manera de cierre, que no conclusión, termino diciendo que no somos menos investigadores por no tener una plaza de tiempo completo en una “institución de prestigio” que nos respalde. No somos menos investigadores porque se nos suspendan las becas, se eliminen los apoyos o incluso, se nos deje fuera de los programas de posgrado por no ser “funcionales” a la “maquila intelectual” que representa la “eficiencia terminal”. Investigar, apreciables colegas, es un acto de convicción firme e intacta por cuestionar conceptos y actualizar teorías. Ahí sí coincido con algo que se dijo al inicio de este VII Congreso Nacional y ojalá que las pandemias (esta y las que están por venir) “nos impidan encariñarnos con los caminos seguros”. Es la vertiginosa sensación de la transición lo que nos mantiene aquí hoy y como dijo José Emilio Pacheco: Me callo, pero reitero mi gratitud que nunca alcanzará su término.



[1] Ponencia presentada en línea el 12 de noviembre de 2020 en el marco del VII Congreso Nacional de Ciencias Sociales: Las ciencias sociales en la transición (COMECSO, UANL, México, 2020).

[2] Guillermo Rivera Escamilla: investigador social y reportero cultural radicado en la Ciudad de México. Tiene estudios de licenciatura en Ciencias de la Comunicación y Estudios Latinoamericanos. Es maestro en Estudios Políticos y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y ha colaborado en el Sistema Nacional de Noticiarios del Instituto Mexicano de la Radio (IMER), la Dirección General de Divulgación de la Ciencia (DGDC de la UNAM) y las revistas Indie Rock’s, Zócalo y Picnic. Actualmente es columnista “De comunicación, género y cultura” para Radio Universidad de Guadalajara (94.3 FM en Ciudad Guzmán Jalisco) y conductor titular de “Mezcal y Charlas”, tertulia radiofónica que se transmite todos los jueves a las 8:00 PM por https://iconicaurbana.wixsite.com/iconica  



sábado, 28 de septiembre de 2019

Catorcenal 170: ReNacimiento...

Nací hace 34 años.

Exactamente cuatro días después de los sismos del 19 y 20 de septiembre de 1985… pero aquí, en Actopan Hidalgo.

A los 17 años fui diagnosticado como VIH positivo.

En aquel entonces no sabía y tampoco imaginaba que estaría aquí, con ustedes, entre ustedes, para presentar por última vez este libro que yo mismo no creía posible, hasta que, al graduarme de la maestría Juan Guillermo Figueroa me preguntó qué quería hacer con “el conocimiento obtenido”.

A mi se me hizo fácil y práctico responder que convertiría y publicaría mi investigación: “Masculinidad Aprendida: Factores intrincados para la transmisión del VIH entre hombres de la Ciudad de México” como un libro. Aprovechando “la provocación” de Juan Guillermo, lo comprometí públicamente a que, en caso de que el libro se lograra, él escribiría el prólogo. No imaginaba entonces que dicho proceso (reescribir, que no resumir); es decir, reformular dicho trabajo para un público mucho más amplio y no necesariamente especializado en masculinidades, estudios de género de los hombres ni perspectiva de género me tomaría tres años... cuatro, contando el año que llevo difundiendo este libro.

Antes, tuve oportunidad de presentar los avances de mi investigación en el VI Congreso de la Academia Mexicana de Estudios de Género de los Hombres (AMEGH) en Ciudad Juárez Chihuahua (2012), en el Encuentro Internacional de Estudios de Género en Acapulco Guerrero (2013), en Ocotlán Jalisco (2014) y en Santiago de Cuba (2015). Todas fueron experiencias de intercambio y crecimiento profesional que me permitieron encontrar la salida al laberinto en que me encontraba una vez matriculado en la maestría.

Como ya dije, fue a partir del examen de grado que consideré la posibilidad real de publicar mi investigación. Después de tocar varias puertas y gracias a la mediación de Ricardo Hernández Forcada, se abrió finalmente la de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) que en su “ser institución” se permitió la interpelación a través de un trabajo que cuestiona el concepto “Hombres que tienen Sexo con Hombres” (HSH) tan extendido en el campo epidemiológico y trasladado con poco o nulo cuestionamiento a los Estudios de Género en particular y a las Ciencias Sociales en general.

Después de un giro conceptual trascendental, conseguí dejar en claro a qué me refiero cuando enfatizo el aprendizaje social relacional de lo que implica ser y vivir-se como hombres: La “masculinidad aprendida”. Para abundar al respecto, trabajé en cómo la manera como aprendemos a ser hombres repercute en un determinado ejercicio de nuestra sexualidad (masculina); caracterizada por el riesgo, la alta genitalidad, el desfogue sexual y el poco o nulo auto-cuidado. Para evidenciar dicha relación exploré la posible transmisión del VIH, independientemente de la orientación sexual que asumen los hombres y de la identidad sexo-genérica de sus parejas (sexuales): Dado que una cosa es lo que los hombres dicen y otra muy distinta, lo que en realidad hacen.

A la luz de estos tres ejes, desagregué la lista de factores enlistados en la tesis y todo esto se condensó en un “breve ensayo” de 11 apartados que al ser redactados pretendían una sola cosa: hacer amena la lectura de un tema mucho más complejo para divulgarlo entre un público mucho más amplio. Por otra parte, el objetivo de mantener un título y subtítulo como el conseguido “Un acercamiento a la masculinidad aprendida en México a partir del VIH. De machos, muxes y mayates…” es porque me pareció que dichas expresiones hacían más sentido que el replicar -deliberadamente- el HSH. Una vez publicado, hubo oportunidad de presentar el libro en:

è Oaxaca, en el marco de la exposición fotográfica de Luis García titulada “Hombres y flores” con un texto introductorio de mi autoría.

è Chihuahua, con la Comisión Estatal de los Derechos Humanos.

è Ciudad Guzmán, Jalisco… en donde ahora soy columnista “De comunicación, género y cultura” para Radio Universidad de Guadalajara. Fue en el marco del décimo aniversario del Colectivo Zapotlán VIHvo.

è En el Gimnasio de Arte y Cultura en la Ciudad de México, donde germinaron mis primeras inquietudes alrededor de este proyecto gracias al Taller de Acondicionamiento Artístico para personas viviendo con VIH (2010).

è En el CCH Oriente de la UNAM, en el marco del Día Internacional de las Mujeres, hasta donde llegué con quien compartía en ese momento mi vida para hablarles a estudiantes de bachillerato de perspectiva de género relacional y masculini… ¿qué?

è También en el VII Coloquio Internacional de Estudios sobre Hombres y Masculinidades 2019 y la Asociación Demográfica Costarricense en San José de Costa Rica.

è Finalmente, ante quienes integran el grupo VIHve Libre en el Centro Comunitario de Atención a la Diversidad Sexual en la Zona Rosa de mi Ciudad de México.

Hoy, en el marco de este Décimo Congreso de la AMEGH, puedo y debo afirmar, no sin antes agradecer a quienes me han acompañado en el periplo… que el ciclo está cerrado.


Más allá de los kilómetros recorridos


Los recursos (propios) dilapidados


Las suelas gastadas


Mis noches de insomnio


Las camisas con sudor


El desánimo


La fortaleza de espíritu


El arrojo


La determinación


Y la firme convicción de que este trabajo debía ser publicado tarde que temprano… quiero agradecer a mis ancestros. Particularmente, a mi abuela y abuelo maternos que aún viven en este pueblo. A mis tías, a mis primos que, aunque poco nos vemos, sabemos del cariño que mantenemos. A mi familia- urbana (rockeros gays y machas). A quienes he podido amar y se han permitido amarme, porque como escribí y leí en Costa Rica hace unas semanas:


… pienso que más allá de los estímulos económicos, las becas, los programas de posgrado y demás; las investigaciones en ciencias sociales tienen que ver con nuestra vida, son, de alguna manera: nuestra vida.


Mientras escribo esto no dejo de pensar en los casi 10 años que han transcurrido desde que decidí entrarle al tema. Personalmente, no quería hacer un material que sonara a regaño del tipo: usted se lo buscó. Tampoco quería alentar el estigma hacia las personas que vivimos con VIH. Estoy seguro, después de todo lo enunciado aquí, que el objetivo se ha cumplido con creces. Cierro esta etapa, no porque vaya a renunciar al tema, sino porque ahora toca darle salida a la investigación doctoral que estoy desarrollando: “Tenías que ser trans… chico trans. Representaciones cinematográficas de los trans: estereotipos, disidencia y… ¿transgresión?”.


Celebro que sea en este espacio, entre colegas que quiero, admiro y reconozco tanto, donde se ponga este aparente “punto final”. Termino con unos versos de Artemisa Téllez, una de mis escritoras vivas predilectas:


Yo seguiré bailando, aunque se erija un manto de fuego entre el cielo y nosotrxs.

Yo seguiré haciendo poesía y leyéndola en voz alta para mis amigas.

Yo seguiré bebiendo, cantando, riendo, aunque se lleven a cachos lo que queda entre los escombros de nuestra antigua vida.

Yo seguiré la fiesta a la que vine porque nada ni nadie merece que me abandone a la desesperanza.



¡Gracias por su atención y hasta el próximo congreso!


Actopan Hidalgo a miércoles 25 de septiembre de 2019


P.d. El mencionado libro puede descargarse aquí


#YaTengo34 #CicloCerrado 





jueves, 27 de julio de 2017

Catorcenal 168: Transición

Por. Antes muertos que dejar de soñar…


Para Juan Guillermo Figueroa; lector asiduo de esta reflexiones… por todo este tiempo.


Hace poco más de un mes que volvimos de Europa con nuestros amigos: Alex Gutiérrez y Amurabi Méndez; compañeros de viaje en este “tren de la alegría” que aún llamamos vida. Siete ciudades distintas recorridas en una exhaustiva pero inolvidable travesía que incluyó Toronto, Ámsterdam, Milán, Barcelona, París, Londres y Berlín.

Mientras la realizábamos, pensamos todo el tiempo en el poema que versa: “Voy a guardar intacto el recuerdo de este instante; porque todo lo que existe ahora, nunca más volverá a ser igual”. ¿Conclusión? Aprendimos a reírnos de nosotros y de nuestras vidas… en más de un idioma.

También, hace poco más de un mes que entramos en un proceso que denominamos: “transición intelectual”. Puede que lleve más tiempo, lo cierto es que nunca antes –en los nueve años que lleva publicándose esta columna- habíamos tenido un receso tan prolongado. ¿Acaso fue esto una vacación? No, insistimos en que se trató de lo más parecido a una transición que pudimos experimentar. Los diccionarios se refieren a la misma como el cambio de un estado a otro, una fase intermedia o periodo de transición que puede ser lento o brusco… el paso progresivo de una idea o un razonamiento a otro.

Valga lo anterior para afirmar también que ésta es quizá una de las entregas que se hayan escrito con más determinación. Atendiendo a ésta, por la resolución que conlleva retomar y continuar este “espacio de reflexión casi quincenal” y así, proponer un ejercicio de introspección que permita respondernos: ¿quiénes somos ahora y para dónde vamos? Introspección para adentrarnos en el “cómo fue que llegamos hasta donde estamos cada quien”. Todo para orientar y ganar certeza respecto al cambio de rumbo que experimentamos y en qué momento es preciso afrontarlo.

“Para recibir hay que soltar”, sentencia una máxima que inventamos cuando “salimos” del lugar donde surgió este esfuerzo hace casi 10 años, la torre de radiodifusoras del Instituto Mexicano de la Radio (IMER) en el año 2008. La convertimos en mantra tras nuestra salida de revista Zócalo a mediados de 2013 y en todo este tiempo, a veces con burlas, sorna o mofa -por parte de quienes consideran que las cosas no se deben hacer así-, hemos mantenido este espacio autogestivo y, hasta cierto punto, independiente; como una respuesta hábil y comprometida ante los tiempos oscuros que nos ha tocado presenciar y –en la medida de nuestras posibilidades- documentar. Nuestra respuesta y apuesta para que lo que traiga la vida sea siempre mejor.

Se puede y se debe seguir adelante, por quienes estuvieron, por quienes están y por quienes llegarán a acompañarnos en este trayecto. No, no compartimos la idea de considerar al tiempo invertido en otras cosas (organización de actividades culturales: conversatorios, cine-debates, clínicas de periodismo, talleres y charlas sobre masculinidades, entre varias otras) como “tiempo perdido”. Por ello evocamos lo acontecido en estos poco más de 10 años de “periodismo comunitario”, como definimos al ejercicio profesional que hemos venido desarrollando y que decidimos emprender desde el complicado año 2006.

Así, reiteramos nuestra vocación académica sin descuidar las cuestiones prácticas, para que lo que está por iniciar sea doblemente maravilloso; en especial para todas y cada una de las personas que han tenido oportunidad de leer alguna o varias de estas 168 entregas. Para ustedes nuestra eterna gratitud, que como dijo el fallecido poeta, José Emilio Pacheco: “… se calla, pero nunca alcanzará su término”. 

Seguimos…





viernes, 28 de abril de 2017

Catorcenal 167: Agencia Dinamita

Por. Esfuerzo y Compromiso.

Para Montserrat Núñez: Por los años recientes…


Cuando conocimos a Juan Pablo Proal hace cuatro o cinco años más o menos, fungía como editor web del semanario Proceso. Para ese entonces, ya había publicado un par de libros: “Voy a morir, la biografía de José Cruz, fundador de Real de Catorce” (Lectorum, 2013) y “Vivir en el cuerpo equivocado” (UANL, 2013). Este último reportaje inspiró la investigación que estamos desarrollando actualmente sobre “representaciones de la transexualidad (masculina)”.

Además había publicado un artículo: “La generación Zoé”, que después se convertiría en “referencia obligada” para abordar la aparente decadencia del rock hecho en México, el creciente y desmedido consumismo y la boyante  actitud mercadológica por parte de quienes están involucrados en el Festival Vive Latino (léase OCESA y Televisa, por decir lo menos).

De entonces a la fecha, hemos construido una relación de amistad-hermandad que deriva en ser cronistas y testigos del crecimiento profesional que ha experimentado nuestro insigne amigo. Hace unos meses, muy decidido, nos comunicó su decisión de “volar del nido”. Se separó del medio que le acogió por varios años y decidió emprender su propio proyecto empresarial: Agencia Dinamita, enfocada al marketing digital.

En ese contexto, acudió al conversatorio que organizamos en septiembre pasado y formó parte del nutrido grupo de “Treintones” (#14Nal 159). Ahí compartió y defendió sus puntos de vista respecto a por qué vale la pena emprender –en la segunda década del siglo XXI-, el sentido que tiene, qué fue lo que le impulsó a seguir su vida de otro modo y, hasta cierto punto… manejarse de otra forma en este planeta.

De modo que, lo que algunas personas pudimos presenciar durante la charla “El arma secreta para detonar tu negocio” (Marzo, 2017), fue un atisbo contundente con respecto a dónde tenemos que dirigir nuestros pasos. Proal no hablaba solo, se hizo acompañar de dos tocayos más: Juan Pablo Ramos (director de Cletofilia) y Juan Pablo Carrillo (editor de Pijama Surf). Los tres reflexionaron en torno a la importancia de generar contenido ORIGINAL, fortalecer la interacción “en vivo y en directo”, estrechar vínculos y apostar (cada quien a su manera) por un sin fin de estrategias para construir comunidad.

Hasta cierto punto, eso es lo que ha venido sucediendo con este espacio de reflexión casi quincenal y con el periodista, escritor y empresario… al que hoy dedicamos este espacio.



MasculinidadES II

¿A qué nos referimos cuando decimos que la masculinidad es aprendida? ¿En qué momento y a partir de qué elementos fuimos conscientes de que somos hombres? ¿Qué estamos dispuestos a hacer o dejar de hacer, para deconstruirnos como “hombres heteropatriarcalizados” y atrevernos a vivir nuestras diferentes maneras de ser hombres?

Todas son preguntas sobre las que dialogaremos en conjunto y por segunda ocasión, el próximo jueves 11 de mayo en la librería Jaime García Terrés de la UNAM. Ahí sostendremos otro diálogo (interno y externo) con el académico del Colegio de México, Juan Guillermo Figueroa y la doctora Alejandra Salguero Velázquez, profesora-investigadora de la FES-Iztacala.

Esta vez, la cita es a las 17 horas. La entrada, como siempre, será libre como el viento… ahí nos vemos.